Era mediodía del último miércoles cuando Pedro Castillo sorprendió a todos con un golpe de estado y el cierre arbitrario del congreso.
Como respuesta, sus ministros y abogados renunciaron uno a uno, dejándolo solo y sin respaldo.
El rechazo también provino de líderes políticos y hasta de la misma vicepresidenta Dina Boluarte.
La estocada final fue el pronunciamiento de las Fuerzas Armadas, quienes afirmaron estar de lado del orden constitucional.
Medios nacionales entonces observaron movimiento en Palacio de Gobierno y que mostraba a Castillo y su familia huyendo raudamente.
Como contramedida, desde el Congreso se condenaron sus acciones y se adelantó el debate de la moción de vacancia en su contra.
Por lo que fue vacado con 101 votos a favor, con miras a que Boluarte asumiera la presidencia por sucesión.
Mientras tanto, Castillo era detenido por la Policía y trasladado hasta la Prefectura de Lima. Rumores señalaban que este se dirigía a la embajada mexicana, en San Isidro, para solicitar asilo político.
Él no estuvo solo, pues lo acompañaba el exprimer ministro, Aníbal Torres.
Tal como lo esperado, Boluarte juramentó como la primera presidenta del Perú, quien concilió con las fuerzas políticas a través de una tregua.
Por su parte, Castillo permaneció horas en la región policial de Lima hasta que fue trasladado a la DINOES, donde irónicamente se encuentra recluido el otro golpista Alberto Fujimori.
A la salida del establecimiento, a Castillo se le vio enmarrocado.
Ahora tendrá que afrontar un nuevo proceso, esta vez por rebelión según confirmó la Fiscalía de la Nación.