
Descubierto en 2024 con el telescopio ATLAS en Chile, el asteroide denominado «2024 YR4» tiene una órbita que lo llevará a un acercamiento clave en diciembre de 2028. En esa oportunidad, los astrónomos realizarán mediciones más precisas para determinar su trayectoria futura y evaluar si representa una amenaza real para la Tierra en 2032.
En caso de impacto, los efectos dependerían de su composición. Si es un cuerpo rocoso, podría explotar en la atmósfera como el evento de Tunguska en 1908; si es metálico, atravesaría la atmósfera y generaría un cráter de más de un kilómetro de diámetro.
Aunque el riesgo de colisión sigue siendo bajo, los científicos destacan que existen tecnologías para mitigar un posible impacto. En 2022, la NASA probó con éxito la misión DART, demostrando que es posible desviar la trayectoria de un asteroide con una nave espacial.
En los próximos años, los astrónomos continuarán monitoreando al 2024 YR4. La comunidad científica insiste en que, aunque el riesgo ha aumentado, la probabilidad de impacto sigue siendo reducida y podría disminuir con nuevas observaciones.