
Carlos Talledo Manrique – Abogado Constitucionalista
El Congreso es una institución pilar y fundamental de nuestra democracia y del equilibrio de poderes, es en el Parlamento donde reside el poder del pueblo, en sus diferentes matices, vertientes e ideologías, es el centro de la discusión política de nuestro país, a pesar de los constantes ataques que dicha institución recibe, con el claro propósito, muchas veces, de mellar su impronta en nuestra democracia y otras más con absoluta razón y fundamento.
Debemos entender también que, como cualquier creación humana, esta es imperfecta, y debe ir perfeccionándose conforme el tiempo va demostrando sus falencias, por ello, considero que las críticas deben ser dirigidas a los congresistas; es decir, a las personas, y no a la institución en sí misma, quienes no comprenden la importancia de su labor y se dedican a hacer lobbies o canjear cuotas de poder, pero finalmente, debemos aceptar que somos nosotros quienes los elegimos.
No permitamos que la mala labor de algunos congresistas, sus intereses, cálculos políticos, inoperancia e ignorancia en la labor parlamentaria y gubernamental melle la importancia política y democrática del Parlamento.
En cuanto a los congresistas o parlamentarios, debemos indicar que, conforme a lo establecido en nuestra Constitución y el Reglamento del Congreso, la labor de un congresista se limita a tres funciones básicas: legislar, fiscalizar y gestionar.
Dicho esto, es indignante ver como la mayoría de los parlamentarios se pierden en sus propios laberintos, proponiendo proyectos de Ley absurdos y sin importancia para nuestra realidad, cada vez más caótica. Se pierden en discusiones bizantinas, sobre temas que, muchas veces, son extraparlamentarios. Se extravían en sus componendas, en sus arreglos bajo la mesa, fingiendo frente a las cámaras de televisión una posición, cuando en realidad ya todo esta conversado y pactado, jugando sólo para la tribuna, para un público siempre presto a creer lo que se le dice.
Esto es consecuencia de una ausencia de verdaderos partidos políticos, con formación y convicción, con planes partidarios reales, concretos y, sobre todo, pensando en la problemática nacional o regional. Ausencia de una clase política preparada, con un nivel de discusión distinto al actual. Esto es el resultado de ser gobernados por los menos preparados, los mas manipulables por los brazos del poder y la corrupción, salvo, como siempre, con contadas excepciones.
Este tema origina una diversidad de problemas y debates, pero lo que debe quedar incólume es la importancia vital del Parlamento en una democracia, el centro de la balanza en el ejercicio del poder, por ello, debemos reforzarla y no vulnerar su independencia o majestad.