
Aunque oficialmente no figura como fundador de la iglesia, León XIV desempeñó un papel clave como párroco en esta comunidad durante varios años antes de su ascenso dentro del Vaticano. La feligresía local no ha olvidado su paso por Montserrat.
Durante nuestra visita, conversamos con varios fieles que lo conocieron de cerca. Doña Luisa Purisaca, liturgista chiclayana de la parroquia, recuerda con cariño: “Él era un hombre muy sencillo, parecía un ángel. Siempre nos recibía con una sonrisa y se preocupaba por todos, sobre todo por los más humildes”. Otros testimonios lo describen como un sacerdote cercano, comprometido con la educación de los niños, y con una vocación de servicio que traspasaba las paredes de la iglesia.
Uno de los momentos más recuerda una de las fieles es que no le importaba despertar e ir a la iglesia a atender a la gente así sea de madrugada. Asimismo, realizaba muchas actividades deportivas en pro de los jóvenes y ayudó a difundir la fe en la comunidad.
Hoy, con su elección como Sumo Pontífice, muchos trujillanos sienten orgullo de haberlo tenido entre ellos. Algunos incluso aseguran que su legado sigue vivo en cada misa y en cada gesto de solidaridad que emana de la comunidad de Montserrat.