El multipremiado escritor peruano Pedro Novoa, de 46 años, viene luchando por su vida a pesar de haber sido desahuciado en el hospital Rebagliati, donde el pasado 31 de diciembre le sugirieron que espere la muerte en su casa. Esto tras sufrir cáncer de colon, hecho que lo llevó a bajar de 75 kilos a 54 en dos meses.
«Los desahuciaron pero nadie puede quitarle el derecho a la vida, a buscar una segunda opinión. Pedro es un hombre fuerte de espíritu y no quiere morir tirado en una cama. En todo caso, quiere que sea en una sala de operaciones», dice la esposa de Novoa, Rosalin Cancino, en entrevista con Hildebrandt en sus trece.
El notable escritor se enteró que tenía un tumor maligno en setiembre de 2020. Tenía problemas para retener los alimentos, y luego de acudir a una clínica fue al hospital Rebagliati, donde le dijeron que con una quimioterapia tradicional podrían reducir el tumor, es decir, minimizaron el mal.
Sin embargo, en octubre y noviembre la pasó internado bajo observación, con sondas para su alimentación y le practicaron una colostomía, pero nunca la quimioterapia. El 31 diciembre, el doctor le explicó que esta sería inútil, ya que el tumor había crecido de forma veloz y agresiva, sugiriendo que vaya a su casa a tomar un coctel de drogas para soportar el dolor.
Sin apoyo
Pese a esta situación, el Ministerio de Cultura y ninguna entidad del Gobierno ha prestado algún apoyo real para una de las personas que ha dado premios al país, y que incluso recibió uno de ellos de manos del Nobel peruano de Literatura, Mario Vargas Llosa.
No se conforman
Esto no ha hecho perder las fuerzas a los esposos. Ella lo ayuda a pasar los alimentos por la sonda y luego se dedican a contactar oncólogos. Cancino insiste en el Rebagliati para que le entreguen copias de análisis que le hicieron a su esposo, pero la burocracia demora estos trámites.
Mientras tanto, él no puede ingerir nada ni disfrutar de los sabores de la comida. En casa de su madre, donde están para reducir gastos, está sentado, leyendo lo que le escriben sus colegas y exalumnos de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, además, viendo que han organizado en redes sociales cadenas de oración por él.
Últimamente, se pusieron en contacto con un médico del Hospital Arzobispo Loayza que cree ganar el tiempo. «Nos ha hablado de una quimioterapia de avanzada, una que va directo al tumor con más probabilidades de reducirlo», dice la esposa. Ello ha encendido una luz de esperanza en la familia.