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viernes 29, marzo 2024

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[Opinión] La era de la videocracia, por Carlos Talledo Manrique

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El gran Marco Aurelio Denegri decía siempre que el estado natural del cerebro es la desatención y, para variar dicho estado al de atención, se requería de un esfuerzo, cualidad que, incluida la responsabilidad, son adversas a la naturaleza humana. Por este motivo, hoy el cerebro se encuentra de pláceme, debido a tantos estímulos que mantienen una “atención lineal” de imágenes y contenido vacío, el cual no requiere de mayor análisis: “La concentración y el estado de alerta son ocurrencias cerebrales raras. El cerebro tiende más bien a la dispersión y busca siempre estímulos para entretenerse, distraerse y complacerse, pero no para concentrarse ni percatarse” (Denegri, 2016).

La era de la videocracia o de la imagen es aquella mediante el cual las imágenes sustentan o nutren casi la totalidad de la experiencia cotidiana, apareciendo y despareciendo, reproduciéndose de manera inmediata gracias a las tecnologías que nos subsumen dentro de su enorme sofisticación, lo que permite que estas lleguen en cantidades industriales a cada persona, en cualquier parte del mundo y en cualquier actividad cotidiana, humana o, mejor dicho, mundana.

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En contraposición, la era de lectocracia ha perdido demasiado terreno en esta era posmoderna, o antimoderna como dice la filósofa argentina Mane Tatulyan, una era que trata de desechar los principios básicos y científicos del humanismo y la razón frente a la relativización de todo conocimiento humano y su aprehensión a través de la lectura.

Esto porque a diferencia del texto impreso, su lectura y abstracción, el mirar una imagen no produce o genera ningún esfuerzo, conforme lo dicho por MAD oportunamente. En la misma línea, el gran pensador italiano Giovanni Sartori, en su famoso libro el Homo Videns, nos dice que el ser humano reduce su espectro de realidad sencillamente a aquello que puede ser representado en una imagen. La capacidad de pensar conceptualmente, desarrollado mediante la lectura, en esta era de la videocracia, se va perdiendo.

La lectura permite afianzar el pensamiento crítico, la abstracción de lo que se va leyendo, su análisis y contraposición con otros conocimientos adquiridos a fin de llegar a una conclusión propia y desde una perspectiva personal alimentada por el razonamiento conceptual y de categorías distintas. Esto requiere un esfuerzo, dentro de un proceso lento que, debido a la inmediatez de nuestro tiempo, no funciona en la gran mayoría.

En esta época de “fake news” y posverdad la población se contenta con la información brindada en un tweet o un video cortísima duración, creyendo absurdamente que con eso basta y sobra para discutir sobre cualquier tema sin haberse tomado el trabajo de leer profundamente, investigar, analizar, criticar y razonar. Este es uno de los grandes problemas que nos aquejan y que podría ser la madre de los demás problemas actuales de nuestra civilización, unas generaciones embrutecidas por la videocracia.

Leer requiere un esfuerzo y tiempo, pero representa un enorme placer que alimenta nuestro conocimiento y razonamiento, acrecienta nuestra capacidad analítica y crítica, convirtiéndose hoy en una actividad subversiva y contracultural, una costumbre “cavernaria” que no debe perderse jamás.   

La cultura – decía Armando Robles–, en el peor de los casos, espanta; y en el mejor, inquieta. Y en todos los casos nos mueve el piso; positiva o negativamente. En resumen, la cultura no nos deja tranquilos en nuestro habitual estado sonambúlico de “así somos”

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