
El reciente ataque a balazos contra Agua Marina, una de las agrupaciones más queridas del país, ha encendido las alarmas sobre la creciente violencia que azota al mundo artístico peruano. El atentado, ocurrido en octubre durante un concierto en Chorrillos, dejó varios heridos y evidenció el poder y la crueldad de las bandas criminales que operan en el sector del entretenimiento.
De acuerdo con las investigaciones, los ataques estarían relacionados con bandas de extorsionadores que exigen el pago de cupos a los organizadores de eventos y artistas. Estas organizaciones delictivas, algunas vinculadas al lavado de dinero y actividades ilícitas, utilizan la violencia como método de intimidación, afectando no solo a los músicos sino también al público asistente.
El miedo se ha instalado en la industria. Algunos grupos musicales han suspendido presentaciones o se han visto obligados a reforzar su seguridad, mientras otros artistas optan por usar chalecos antibalas durante sus shows, temiendo convertirse en nuevas víctimas de ataques. Esta situación ha generado un profundo impacto emocional y económico en el sector cultural, que hoy se siente desprotegido.
La agrupación Agua Marina expresó su condena a la violencia y pidió una acción urgente por parte del Estado para garantizar la seguridad de los artistas y del público. Asimismo, exigió una respuesta firme frente a las mafias que han infiltrado la escena musical, poniendo en riesgo la vida y la libertad de expresión de quienes llevan arte y alegría al país.
Especialistas advierten que esta ola de violencia refleja la profunda crisis de seguridad que atraviesa el Perú, donde el crimen organizado se ha expandido a distintos ámbitos sociales y económicos. Si el Estado no actúa con contundencia, advierten, la cultura y el espectáculo podrían convertirse en nuevos blancos de la delincuencia que hoy amenaza a todo el país.

