
Carlos Talledo Manrique (Abogado Constitucionalista)
La Real Academia de la Lengua define el colapso como: “destrucción, ruina de una institución, sistema, estructura, etc.” Por ello, lamentablemente, considero que nuestro país, reflejado en sus estructuras política, orgánica, jurídica y social, ha colapsado.
Al escribir este artículo leo la noticia sobre un niño de cinco años fallecido en un incendio en Ancón, por querer rescatar a su mascota, sin mencionar, el enorme incendio suscitado en el centro de Lima por motivos aún por esclarecer. Lluvias en diversas partes del país que dejan incomunicados a los pueblos que los sufren, carreteras que se destruyen, puentes que se caen, pistas intransitables, el techo de un centro comercial matando a seis personas y dejando heridos a casi ochenta, dejando a nuestra ciudad sumida en la tristeza, la indignación y la impotencia.
Una sociedad que vive en la impunidad, el desorden y la violencia, se alimenta de ellas, desde pasarse una luz roja, invadir el carril contrario, tirar basura a la calle, invasión de terrenos, una informalidad ascendente al 80% de la PEA, extorsiones, sicariato, mafias que destruyen familias, su bienestar y su tranquilidad sin que ello conlleve ninguna consecuencia real, vivimos atemorizados y con una economía caminando a paso lento frente a necesidades urgentes e importantes.
Una clase política inexistente, gobernantes y autoridades inoperantes y más preocupadas por sus apetitos personales, pago de favores y llenado de bolsillo que del bienestar de la población, inmersos en una retahíla de investigaciones que no les deja tiempo para gobernar. Un sistema de corrupción que ha coaptado todas las estructuras y estamentos de gobierno, donde sólo funciona la prebenda y la coima, donde todos sabemos “cómo funcionan las cosas”. Intentar hacerlas por vía correcta resulta una utopía en un país del “todo es posible”
Como no estar descontentos, hastiados, indignados e impotentes frente a este colapso, surgido desde el inicio de nuestra República, donde a pesar de ello vivimos absortos en nuestros propios problemas dejando que las peores personas nos gobiernen. Somos un problema, pero, como decía Basadre, también una posibilidad, y esa es la esperanza que aún sostiene de un hilo este país colapsado por su propia gente. He podido ser tu hijo o hija, hermano o hermana, padre o madre, amigo, el amor, o simplemente un trujillano como tú, que esa noche quiso salir a pasear y comer y jugar y vivir, reír y conversar, como cualquier día, como en cualquier momento.
Sólo recuerdo el ruido, la oscuridad, los gritos, el miedo, mis lágrimas y un silencio absoluto, mi voz ya no se escuchaba, mis gritos se perdían en el infinito, mi ser volaba en el viento, hacia la eternidad.
¿Por qué se cayó ese techo, a esa hora, en ese momento? ¿Por qué nadie se preocupó por nosotros, por las personas que asistimos a ese Centro Comercial a pasar un buen rato y disfrutar de la vida? ¿Por qué no se hicieron los mantenimientos correspondientes, por qué no se reforzó la seguridad, por qué se escatima dinero para proteger la vida, la salud y la integridad de las personas? ¿Por qué las autoridades no cumplieron su función, por qué no controlaron mejor los estándares de calidad exigidos y los requisitos para albergar seres humanos que vivimos en esta ciudad y que asistimos a este lugar sin importar edad, religión, sexo, raza y/o condición social?
¿Por qué los políticos de siempre y de nunca aprovechan nuestro silencio para perorar sus discursos, utilizando lo ocurrido para aprovechar el momento y tomarse la foto de rigor, con palabrerías que ni ellos se las creen ni quienes los rodean ni absolutamente nadie, pero, según ellos, necesario para tranquilizar a la tribuna? ¿Por qué los incógnitos de las redes sociales despotrican su odio, generan rumores e inventan historias que afectan, a quienes hemos dejado aquí, para enfrentar el dolor de nuestro vuelo?
¿Por qué la impunidad, la corrupción, la desidia, las mentiras, la ambición, la estupidez permitieron este silencio, este dolor y esta indignación? ¿Qué más debe pasar para tomar conciencia y actuar conforme a principios básicos de convivencia, para que nuestras autoridades cumplan la función para la que fueron elegidos o designados, para que las entidades privadas cumplan con proteger a quienes son el fundamento de su existencia, de sus ganancias, del sistema en el que funcionan, que más debe pasar que tú cambies y cambie nuestro país? ¿Por qué me arrebataron la risa, la alegría, a mi familia, mi vida?
Tantas preguntas cuyas respuestas nunca escucharé, tantas cosas que nunca veré, tanto sufrimiento absurdo y esta frustración de no poder decir: ¡BASTA YA!
Espero que el grito de nuestro silencio permanezca en el tiempo, que no se cubra de olvido ni de lamentos ni de mentiras ni de politiquería barata, y sirva para que mi ciudad y mi país encuentren al camino correcto hacia la paz social y desaparezca la impunidad como modus vivendi, como la moneda corriente del día a día, como realidad, porque, finalmente, el silencio de los inocentes siempre es y será el grito más fuerte.