[Opinión] El silencio de un pueblo, por Carlos Talledo Manrique

"Por qué los trujillanos soportamos en silencio las arbitrariedades de una banda de forajidos atornillados en el sillón municipal y entorno".

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Artículo de opinión: "El silencio de un pueblo". Composición: N60

La última huelga del SEGAT, respecto al servicio de recojo de la basura en nuestra ciudad desnudó, una vez más, la ineficiencia e inoperancia de nuestras autoridades ediles. Esto no solo por lo absurdo de su comunicado, pidiendo que la bolsas de desperdicios se guarden en nuestros hogares haciendo doble nudo (¿?), sino, porque surge la pregunta lógica de ¿Qué pasó con el presupuesto municipal? ¿Acaso no se tenía previsto el pago de la planilla municipal hasta fin de año o es que el dinero se esfumó o desvío para otras cosas?

Sin embargo, más allá de estos cuestionamientos o indignación por el abandono absoluto de nuestra ciudad y de la propia gestión municipal, y de los rumores y certezas que sobre ello circulan en el día a día, la pregunta crucial o más importante es por qué razón nuestra población sigue en silencio, ya no digamos nada sobre los hechos que asombran al país cada semana respecto a los supuestos actos de corrupción de miembros del Ejecutivo, que no causan ningún resquemor en la población (por menos hubiesen vacado a cualquier otro mandatario), entonces, la pregunta que planteamos hoy es por qué los trujillanos soportamos en silencio las arbitrariedades de una banda de forajidos atornillados en el sillón municipal y entorno sin que ello origine una minúscula protesta por parte de la ciudadanía. Por qué el silencio de nuestro pueblo.

Creo que al respecto podemos esbozar varias respuestas, lo que no significa que sean las únicas. En primer lugar, existe una palpable y peligrosa desidia o desinterés de la población por la política y lo que allí se define. Un hartazgo por tantos años de engaños, manipulación, corrupción y abandono de una ciudad que pide solo las condiciones mínimas para poder vivir. A raíz de ello, la población ha normalizado la incompetencia, ineficiencia y vandalismo que desde las diferentes esferas del poder se difunden en las diferentes gestiones y cualquier acción positiva, por mínima que esta sea, se enaltece y crea réditos en quien la ejecuta, por más que sea innecesaria o simplemente su obligación.

En segundo lugar, es posible que la población discurra ensimismada en sus propios problemas como para atender la problemática de nuestra ciudad y defenderla como antaño se hubiese realizado.

En tercer lugar, la falta de un líder claro, capaz de fusionar los diferentes reclamos e indignación de nuestra población, que aglomere tras de sí a todos los estratos y niveles de una ciudad cansada de tanta arbitrariedad y corrupción.

Otra razón podría ser los intereses, cálculos y apetitos políticos de aquellos actores políticos que solo buscan su propio beneficio, lo que aumenta el hartazgo y cansancio que vota, finalmente, por el que ofrece “patear el tablero, pero sin propuestas claras y objetivos serios.
El silencio de nuestro pueblo solo se vuelve permisivo y cómplice de aquellas autoridades que actúa a mansalva, sin nada que los detenga, y, más grave, sin vergüenza alguna.